Hay días que tengo ganas de componer mi mundo. Ahora sí ponerme a escribir con paciencia y claridad. Leer, por lo menos, a un autor clásico y alguno contemporáneo. Volver a la dieta. Cortarme el pelo. Trabajar con más optimismo (aunque no hayan pagado de nueva cuenta). Mandarle un largo mail a alguna amiga o amigo. Limpiar más a menudo la casa. Caminar. Ir a mentarle la madre a un político en un mitin, con preguntas claras, matonas y decisivas. Pero algo ocurre y vuelve a mis vicios actuales: revisar varias veces el periódico en internet; releer las noticias una y otra vez, noticias que se parecen a las de ayer, a las de antier, a las de hace una semana; jugar al darkorbit; mirar televisión, mordisquear apenas un libro. Y me descubro entonces angustiado, enfermo, cansado con tanta vida por delante, tanta.