sábado, septiembre 10, 2022

 El otro día recibí un comentario muy interesante tras un post que escribí en mis redes sociales. Era un post hasta cierto punto bastante inocente sobre mi experiencia como habitante de la ciudad de México y, de volver a conectarme con la ciudad en un viaje express. Pero... sí, hay un pero, era un post en el que se dejaba ver de fondo mi pertenencia, al menos hasta ahora, al medio literario mexicano, mi asistencia a Ferias del libro, ya sea por invitación o por trabajo. Quien me escribió es una maestra, una de mis primeras grandes maestras de la facultad y sus palabras me dejaron algo perplejo, pero al mismo tiempo me causaron tristeza. En ellas, la maestra hablaba sobre que no exhibiera ante los demás mis paseos, mis visitas a las ciudades, a las ferias, y que más bien debería preocuparme por generar un programa o proyecto para que todos los autores de Nuevo León también viajaran y fueran invitados a las ferias. Menudo problema. Menudo problema por varias cosas: no existe ninguna instancia pública que pueda lograr eso. Es más, ni siquiera hay tantos espacios en otras ferias, que también tienen que darle sitio a sus escritores y escritoras. Además, no siempre hay el dinero para que logre llegar a todos. Una más: el medio literario mexicano se maneja por afinidades. Lo que la gente dice con enojo, que "la mafia literaria controla todo", es el fondo, genuinas redes de afinidades en donde, quienes las dirigen, asumo que quieren ser amplios, pero tampoco alcanza la vida para ver lo que todos hacen. Ejemplos en carne propia, hay muchos: una temporada fui muy asiduo a San Luis Potosí: me invitaban a ferias, impartía talleres, visitaba colegios. Por supuesto, intentaba ganarme esas visitas. Luego, cambió la gente que tomaba las decisiones y no he vuelto a parar un pie en ese estado por cuestiones laborales. Ocurre en todos lados. Justo esta semana, una periodista de Querétaro se quejaba de las pocas opciones que el Hay Festival da a los periodistas locales para cubrir a sus invitados. Pues lo mismo. Redes de afinidades. El mismo Hay es un ejemplo de ello: cuando miramos la nómina de autores invitados no es difícil distinguir a los de siempre. ¿Está mal? No, es su festival, es la gente con la que a lo largo de los años han trabajado, ya saben lo que van a recibir e incluso, se llama tradición, esperan recibir lo mismo. Claro, añaden algunos nuevos, quitan a otros, pero estoy seguro que hay una gran franja de escritores mexicanos que ni saben que existen ni invitarán. Entonces, así es la vida. Vas a donde el rumor de tu trabajo llegue. Vas a donde a alguien le parezca valioso lo que haces, sin menoscabo del valor propio de cada obra. Y es un bien no renovable. Dura poco. A veces tienes la habilidad de extenderlo. No siempre es así. Es un mundo injusto, siempre. Yo ahora viajo mucho, pero un día tal vez, escriba un post en el muro de un joven escritor quejándome porque a mí, tampoco, ya nadie me invita a las ferias del libro. Y entonces, tal vez entonces, sabré que estoy en otros días de mi vida; y que esos días tal vez deban vivirse como todos, trabajando, pero con la certeza, de que tal vez las invitaciones ya no vendrán.

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