lunes, septiembre 12, 2022

 A partir de la polémica de una edición reciente, en el que unas autoras acusaban a las antologadoras de maltratos (cosa que luego quedó en entredicho), me he estado cuestionando la responsabilidad que hay en las instituciones públicas por realmente abrir la baraja para que sea realmente representativa su apuesta por un amplio sector de autores y autoras y no caer bajo la presión de las editoriales comerciales o las independientes con peso en el sector para que apoyen a sus autores. Es decir, estas editoriales no solo dominan el mercado, sino que también inciden en las políticas públicas al "sugerir" su propia agenda con el dinero público. Es un tema complicado, ya que por un lado, estoy seguro que en las ferias de libros del país, los organizadores quieren (queremos), tener a los escritores que suenan, los que consideramos tienen una presencia entre los lectores (que a su vez tienen mucha prensa pagada por las editoriales que nos hacen creer en sus apuestas) pero también por el otro, no podemos olvidar que acaso nuestra función es más de formación de públicos que de otra cosa. El otro día un joven autor me solicitó ser invitado a la feria que organizo, y debo decir que sí lo consideré, pero también pensé en qué tanto era conocido. Mal punto para mí, claro. También hay que decirlo: es difícil estar al tanto de todo lo que ocurre en el país, en materia de nuevos autores, nuevas editoriales, etcétera, por eso a veces caemos en lo más cercano o lo que más suena; pero creo que deberíamos hacer un esfuerzo por mirar más allá de los que viene con una fuerte campaña de mercadotecnia. Porque a esto, también, hay que sumarle los destrozos: es decir, la cantidad de autores y autoras que lo hacen difícil, que piden honorarios desproporcionados, vuelos inesperados, maletas extras, asientos de tal o cual clase, que se enojan si no se les dan itinerarios a modo (cuando las aerolíneas en este país están decididas a entorpecer la experiencia de volar). Creo que si contáramos los desplantes que se viven en la organización de las ferias, nadie nos creería que tal o cual autor, que es tan sencillo y hospitalario, pues no lo es en realidad. Y estos desplantes, por lo general ocurren en las ferias que están en proceso de crecer, donde los organizadores aun no han tomado todo el control de su propia agenda. En fin. Ojalá esto lo leyeran organizadores de ferias de libros, otros colegas, y tomáramos de una vez por todas ser más democráticos, más rotativos, mirar más allá de las editoriales que nos quieren encandilar con su perfección y apuesta literaria o comercial. Creo que hasta podríamos trabajar con autores más agradecidos (aunque hay de todo tipo y recuerdo cómo un colega batalló tanto con una autora poco conocida, pero demasiado exigente). Claro, del otro lado, estoy seguro que también cometemos errores: se nos olvidan traslados, a veces los hoteles no son lo mejor, pero creo que si ambos institución e invitados se ponen las pilas para ofrecer lo mejor que tienen, las cosas deberían funcionar mejor. Pues por más autores en Ferias del Libro, por trabajar con menos desplantes también.

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