sábado, septiembre 17, 2022

 Alguien me dijo hace tiempo que las editoriales nunca logran hacer por un autor lo que éste espera: viajes, reconocimientos, incluirlos en la vida literaria nacional, etcétera. Luego, también me dijeron que los autores y autoras a veces esperan más de lo que su libro puede dar. Claro, estas dos sentencias sirven bien para quitarle culpa a los y las editoras y al trabajo editorial. Por otro lado, como autor, se esperaría que la editorial acompañara al autor por todo el proceso y claro, que lo incluyera en cuanta cosa sea posible. Una buena distribución, una buena atención de medios, un trato digno, un reporte semestral de regalías, una agenda de invitaciones a ferias de libro y festivales literarios. 

Pero la verdad es que, publicar un libro en nuestro país es un poco quedarte a medio camino entre lo que tanto la editorial quiere con su libro, como lo que el autor desea de él. A veces fallan los canales de distribución, no todas las librerías quieren que tu libro esté en la mesa de novedades, y el vendedor entonces, debe conceder que el gerente de la librería, tal vez no tome ese título, pero sí otro de su misma cartera. Y a veces, no todos los periodistas quieren entrevistar al autor, por múltiples cosas: porque no lo conocen, porque el libro no se inserta en la agenda que tienen, porque la editorial es poco conocida, porque hay demasiado trabajo. ¡Cuántas entrevistas se quedan en el tintero aunque estén grabadas, porque espacio no hay! Y así, a esa cadena se le van agregando a veces ciertos obstáculos que inciden en que los libros no se vuelvan lo que uno quiere ni como editor ni como autor.

Y llegar a ese aprendizaje, vaya que le cuesta al ego. El escritor es ese tipo de gente que cree que, lo que ha escrito, lo espera el mundo, que debería recibirlo con alegría y complicidad, y poco está preparado para cuando la realidad lo golpea: que su escrito aunque valioso, de entrada lo es solo para él y para el loco/a que lo quiso publicar, pero que la locura de dos personas no basta. A veces es necesario pasar por todo el mecanismo, a veces con éxito, la mayoría de las veces con fracasos. 

Soy de una generación que vio dos formas de responder a sus libros: los que esperaban que el editor hiciera todo por ellos, y los que ni siquiera quieren editores y solos publican sus libros, los comercializan y se buscan presentaciones e invitaciones a ferias del libro. Yo estoy un poco, en el punto medio, aunque también ya estoy más bien en la indolencia. Si ocurren cosas, qué bien, si no, a lo que sigue. A la altura de mi vida como autor en la que me encuentro, sé bien que algunas cosas pueden ocurrir, pero no todas las que anhelé cuando empecé, y sé bien que he sido de los mimados por el sistema, pero aún así no lograré todo lo que quería. Pero intento estar en paz con ello. Intento que eso no me amilane. Y una de las cosas que me tranquiliza es que justo puedo ver el mecanismo donde las cosas funcionan o no. Sé que están fuera de mis posibilidades removerlo cuando se atoran o cuando se detienen definitivamente Y sí, hago el coraje, pero me resigno.

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