domingo, julio 09, 2006

Anciano

Es un viejo el que grita en el pasillo del aeropuerto. Vuelvo el rostro ante sus gritos. Está en el suelo, derrumbado como un alfil. Exclama por el dolor y dos pasajeros y yo vamos en su ayuda. No me levanten, no me levanten gimotea. A un lado está su bastón. Lentamente, como quiera, lo movemos. Sus anteojos le han abierto la ceja y unas gotas, una línea de sangre comienzan a bajar a sus párpados. Lo miro bien y cuando al fin podemos sentarlo veo que el hombre, del susto, se ha orinado. Una mancha fresca abarca su entrepierna y abarca una pernera del pantalón. Impudicamente la observo y después mi mirada se encuentra con la del anciano y veo como la verguenza le empapa el rostro al anciano. Me recuerdo entonces mi propia herida en mi ceja. Y veo el pasillo limpio del aeropuerto y los dulces en mi mano. Voy a ser viejo muy pronto. Y entonces sólo puedo pensar una cosa cuando veo la mancha en el pantalón, la sangre en la ceja, la mirada desvalida del anciano, el bastón al lado: voy a ser muy viejo. Tengo que amarte mucho cuanto antes, tengo que amarte todo lo que pueda para que, cuando llegue ese tiempo de caídas me recuerde como el hombre que fui.