sábado, julio 29, 2006

Cuando rentas una casa también te rentas al capricho de su dueño. Esa es una verdad que se desea pasar por alto con la esperanza, vaga, de que eres libre. Lo cierto es que se vive ante el impulso celoso y callado del desalojo que un día, con seguridad, lo mismo que la muerte, llegará a tocar a nuestras puertas.
!Ah, si viviera con mis padres, todo sería distinto!
o si tuviera dinero con una sola casa, pero mía, sería feliz.
o ejercer el paracaidismo y apropiarme de cuatro paredes y amacharme en no salir.
Todo con tal de no rentarme a otro, de no llenar un cascarón con mi vida y con la certeza de saber que eso que me protege es una fantasía.