miércoles, julio 12, 2006

Cuatro versiones de Julio Torri

(texto leído en la entrega del Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri 2005)

1

No conocí por razones obvias a Julio Torri y aunque recuerdo en lejanas lecturas toparme con su nombre, no recuerdo haberme prendado del nombre como tiempo después lo hice con muchos de sus cuentos: con el hombre a quien no le cantan las sirenas porque iba ya derrotado o la historia de aquel que no fuma porque se encuentra en perfecto equilibrio entre sus vicios y virtudes. No lo conocí entonces porque estaba inflamado por leer a un autor más cercano a mi tierra, que llevaba un sol para rato aunque se encontraba en la ciudad de México o Barcelona o Paris. Y ahora, al releerlo, veo que este autor dice de Torri: “que solía fingir fuegos de artificios con las llamas de la catástrofe.” Ahora, ha pasado el tiempo desde esos días y leo a Torri. Ya no necesito que canten las sirenas porque he encontrado en la prosa de don Julio una exactitud que raya en la burla hacia los prosistas verbosos y anticuados. Ahora ya puedo fumar para contrarrestar la virtud que otorga leer, una buena tarde, un texto de don Julio.

2

No conocía de Saltillo más que su estación de trenes cuando, de niño, iba al pueblo de mis abuelos en San Luis Potosí. Conocía sólo los andenes, el aroma de las gorditas de queso y chicharrón, el horizonte azulado que sobre Saltillo parece abrazarse a las montañas. Cuando finalmente conocí la ciudad venía con una bolsa de uniformes deportivos a la espalda ya que, entre 1995 y 1998 me dediqué con más contratiempos que aciertos, a vender ropa deportiva, gracias al consejo de mi padre quien tiene larga experiencia en ese negocio. Así supe de la Catedral, del Mercado Hidalgo, vi el palacio de gobierno, más tarde el Museo del desierto y siempre me pregunté dónde quedaba el estadio de béisbol de los Saraperos, cosa que ahora ignoro. Me gustaría ahora conocer por dónde anduvo Julio Torri, ahora que su nombre siento ligado al mío. ¿En qué calles andaba con su bicicleta? Sigo sin conocer Saltillo pero siempre la recuerdo con afecto, con ese aroma a gorditas, con esa tienda del Sol en la que se encontraba a fuera, un vendedor de papas.

3

Dice Margo Glantz que Julio Torri es un unicornio en bicicleta, caballero andante de una nueva época motorizada, sensible a los encantos de la dama, un cortesano ejemplar salido de siglo y por ello también de madre. Y Carballo dice en la contraportada del libro de Lecturas Mexicanas que: el cuento, en manos de Torri, se hacía crítico, extravagante. El cuento, pienso, en don Julio es como esas cajitas de sorpresa, pequeñas en cuanto a líneas pero que siempre dejaban salir, al abrirlas, borbotones de imaginación y sorpresa, golpes de luz, de insólita inteligencia puesta al servicio de la historia.

4
V
uelvo a Satillo con una ex novia a recorrerlo. La encuentro cambiada. En el camino, después de comer unas hamburguesas, nos peleamos. Yo huyo a una biblioteca y me encierro. Busco en los anaqueles y encuentro un libro. Lo abro y leo:
" En amor sólo hay dos situaciones: persigue uno a una mujer o trata de librarse de ella. Pero dentro de esta seca fórmula general, qué variedad de embrollos, de incidentes; qué diversidad de sentimientos, qué prodigio de matices, desde el anaranjado del primer deseo –imperioso y desesperado- hasta el violeta del último desengaño en que de nuevo tornamos al monólogo de siempre, al querelloso y grave monólogo de siempre."

El autor: Julio Torri. Y yo salgo a buscar a mi novia pero no la encuentro. Ha vuelto a Monterrey y yo regreso todo el camino hablando conmigo mismo, querelloso, grave. Y mi novia, ya es mi ex-novia.