martes, octubre 18, 2005

Destrucción

A veces he querido verte sólo como un objeto. Tomar tus brazos, morder tus piernas; dominar con la mirada tus pensamientos, retraerlos, inclinarlos frente a mi como las espigas de un sueño. Y desvanecerte al ritmo de mis manos, de la fuerza de mis manos, se convierte en un hormigueo.
Sí, he querido destruirte. Hundir las cúpulas de tus iglesias, llenar de lodo las calzadas de tu ciudad, invadir como una mancha tu ciudad, doblegar tus defensas, acabar con los piqueros que rodean tu plaza fuerte. Y destruirte bajo mi deseo. Y así, ya, con tu cuerpo indefenso, definido como una mancha, desbastado, romo, comenzar otra vez la maquinaria de guerra hasta que no quede ni aliento ni cansancio ni mirada que levante el cielo.
Un cementerio de brazos, vejiga, hígados, tráqueas, páncreas, morosidad de intestinos, silencio turbio de clítoris. Y así, destruida, comenzar a formarte dentro de mi. para que sólo dentro de mi me detengas, me inmovilices, disperses los fantasmas de mi sangre. Para que así dentro de mi me digas las cosas que yo no quiero y me recuerdes que soy, en tus manos, un objeto que te sigue a donde sea. Un pedazo de barro destruido que en ti se construye.