Los basamentos sobre los cuales se erigen la razón humana son dos y a partir de estos se crean una multiplicidad de ramas y saberes. A mi entender estas bases son dos: el pensamiento filosófico y el pensamiento científico. Y esta idea, que no es nueva, tuvo una álgida discusión cuando C. P. Snow publicó en 1959 y después dio una conferencia titulada como The Two Cultures (del que después salió un libro). En ella el científico británico indaga el porqué del abismo entre los científicos y los literatos. Snow y posteriormente en un lúcido ensayo el doctor Ruy Pérez Tamayo, nos dice que es necesario no vivir en un mundo de la cultura común y propia, ya que ésta hace que el individuo no se acerque a otras fuentes. Y como ejemplo sólo basta hacer una pequeña encuesta entre los conocidos literatos para saber si conocen la primer ley de la energía y la materia, para que nos digan si conocen las tres leyes de la termodinámica o bien, las teorías sobre los fluidos y las propiedades de los gases inertes.
Vivimos en un mundo de disociación de ideas que generan parcelas de información que no tienen lindes con las otras. Ahora, no sólo se han creado dos culturas, sino peor aún, una gran cantidad de pseudo ideologías y cotos de conocimiento. La idea del hombre universal que insistía en un ser con la capacidad de aprehender toda la naturaleza a sido desbarrancada por información condensada pero profunda. Los hombres del renacimiento eran altos y gordos, como me decía un jefe y ahora somos enanos y gordos o muy flacos y altos. Es decir, hemos perdido la capacidad de la profundidad y la extensión del conocimiento.
Muchas de esta idea de la concesión de la información ha sido producto de la taxonomía educativa. La idea no es nada mala sino bastante afortunada ya que es necesario también, dominar los niveles y esos extensos campos de sabiduría (y la historia de la educación podrá decirnos con más claridad cómo han sido los procesos de agrupación desde el trivium y los quadrivium romanos) Sin embargo, una de las faltas de esta limitación de la información es que se pierde de vista lo que los demás hacen y entienden. A fin de cuentas, todas las carreras sirven en función de las necesidades de la sociedad pero en un principio, las carreras fungían en la necesidad de comprender mejor al realidad.
Las universidades actuales han carecido esta idea primigenia para convertirse en expendedoras de títulos (títulos que una sociedad basada en el utilitarismo necesita) e incluso, han vendido sus títulos rodeándolos de fulgores que sólo ellas poseen. (Véase la cantidad de gente que estudia en el TEC porque es el TEC) y han dejado de lado lo que en realidad importa en la educación: abrir una mente, aclarar ante el estudiante o el alumno las interrogantes que sobre el mundo físico o creativo se le presentan.
Problemas de varias aristas y que me he tardado en formular es el caso de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. La facultad fue erigida, si mal no recuerdo, allá por el año de 1950 y tuvo como primer director a don Raúl Rangel Frías. Las carreras bases de esa joven facultad fueron Filosofía, Letras e Historia pero con el año se fueron añadiendo más carreras que trataban de satisfacer las necesidad de una laboriosa ciudad regiomontana. Ahora, a casi 55 años de existencia, las nuevas autoridades de la facultad presentan la idea de que van a fusionar varias carreras con el fin de satisfacer esas necesidades de la sociedad. La idea es fusionar filosofía e historia así como bibliotecología con sociología mientras que Lingüística aplicada (estudios pedagógicos en lengua inglesa) y letras hispánicas quedarían igual.
C P Snow nos habla de las dos culturas pero es aún, dentro de una cultura donde se crean múltiples subculturas y ramas del conocimiento. El estudio de la filosofía es una necesidad, es algo que nos acerca más con el mundo y nos permite aprehenderlo. El estudio de la filosofía posee un cuerpo tan vasto y que se genera día con día. Yo estoy en contra de crear egresados chaparros y medio gordos que comprendan a medias muchas cosas. Pero más allá de los cambios curriculares, estoy en contra de educar letrólogos y filósofos, sociólogos e historiadores que al momento de salir al fiero mundo laboral no peleen por lo que desean, ni luchen por abrirse brechas nuevas. Estoy en contra de filósofos que poseen la medida perfecta del conocimiento y por ello ningunean a los vastos y ¿lerdos? contadores que no logran entender las visiones abstractas de Herzo y en contra de letrólogos que empuñan a Baudelaire, a Cheever y Joyce como armas que los salvarán de la bestialidad burda de los ingenieros borrachines y léperos y estoy en contra de sociólogos que intentan cambiar la sociedad haciendo manifestaciones cada 2 de octubre pero que no salen a colonias como la coyotera o bosques de la silla a realizar labor social. O si salen, van con un ánimo antropológico, como si los dolores y vicios humanos fueran la muestra para un insectario ideológico.
El hombre contemporáneo vive a medias todo lo que puede ejercer. Vive inmerso en una sola cultura. Es tanta la información actual que asusta. Somos hombres acotados por lo que la sociedad exige y ya lo vemos incluso con la Facultad de Filosofía y Letras que tiene que cambiar sus carreras debido a las necesidades sociales. No sé qué pensaría Leonardo Da Vinci al ver a nuestras sociedades educativas temblar en un mundo globalizado. La educación se agrupó para cambiar la sociedad y no al revés. Filosofía y Letras, en lugar de estar fusionando sus carreras debería de ejercer sus carreras hacia el exterior y tratar de que sus alumnos tengan un espíritu más abierto a las demás disciplinas, un espíritu del que como egresado de la carrera de Letras a veces carezco.
Vivimos en un mundo de disociación de ideas que generan parcelas de información que no tienen lindes con las otras. Ahora, no sólo se han creado dos culturas, sino peor aún, una gran cantidad de pseudo ideologías y cotos de conocimiento. La idea del hombre universal que insistía en un ser con la capacidad de aprehender toda la naturaleza a sido desbarrancada por información condensada pero profunda. Los hombres del renacimiento eran altos y gordos, como me decía un jefe y ahora somos enanos y gordos o muy flacos y altos. Es decir, hemos perdido la capacidad de la profundidad y la extensión del conocimiento.
Muchas de esta idea de la concesión de la información ha sido producto de la taxonomía educativa. La idea no es nada mala sino bastante afortunada ya que es necesario también, dominar los niveles y esos extensos campos de sabiduría (y la historia de la educación podrá decirnos con más claridad cómo han sido los procesos de agrupación desde el trivium y los quadrivium romanos) Sin embargo, una de las faltas de esta limitación de la información es que se pierde de vista lo que los demás hacen y entienden. A fin de cuentas, todas las carreras sirven en función de las necesidades de la sociedad pero en un principio, las carreras fungían en la necesidad de comprender mejor al realidad.
Las universidades actuales han carecido esta idea primigenia para convertirse en expendedoras de títulos (títulos que una sociedad basada en el utilitarismo necesita) e incluso, han vendido sus títulos rodeándolos de fulgores que sólo ellas poseen. (Véase la cantidad de gente que estudia en el TEC porque es el TEC) y han dejado de lado lo que en realidad importa en la educación: abrir una mente, aclarar ante el estudiante o el alumno las interrogantes que sobre el mundo físico o creativo se le presentan.
Problemas de varias aristas y que me he tardado en formular es el caso de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. La facultad fue erigida, si mal no recuerdo, allá por el año de 1950 y tuvo como primer director a don Raúl Rangel Frías. Las carreras bases de esa joven facultad fueron Filosofía, Letras e Historia pero con el año se fueron añadiendo más carreras que trataban de satisfacer las necesidad de una laboriosa ciudad regiomontana. Ahora, a casi 55 años de existencia, las nuevas autoridades de la facultad presentan la idea de que van a fusionar varias carreras con el fin de satisfacer esas necesidades de la sociedad. La idea es fusionar filosofía e historia así como bibliotecología con sociología mientras que Lingüística aplicada (estudios pedagógicos en lengua inglesa) y letras hispánicas quedarían igual.
C P Snow nos habla de las dos culturas pero es aún, dentro de una cultura donde se crean múltiples subculturas y ramas del conocimiento. El estudio de la filosofía es una necesidad, es algo que nos acerca más con el mundo y nos permite aprehenderlo. El estudio de la filosofía posee un cuerpo tan vasto y que se genera día con día. Yo estoy en contra de crear egresados chaparros y medio gordos que comprendan a medias muchas cosas. Pero más allá de los cambios curriculares, estoy en contra de educar letrólogos y filósofos, sociólogos e historiadores que al momento de salir al fiero mundo laboral no peleen por lo que desean, ni luchen por abrirse brechas nuevas. Estoy en contra de filósofos que poseen la medida perfecta del conocimiento y por ello ningunean a los vastos y ¿lerdos? contadores que no logran entender las visiones abstractas de Herzo y en contra de letrólogos que empuñan a Baudelaire, a Cheever y Joyce como armas que los salvarán de la bestialidad burda de los ingenieros borrachines y léperos y estoy en contra de sociólogos que intentan cambiar la sociedad haciendo manifestaciones cada 2 de octubre pero que no salen a colonias como la coyotera o bosques de la silla a realizar labor social. O si salen, van con un ánimo antropológico, como si los dolores y vicios humanos fueran la muestra para un insectario ideológico.
El hombre contemporáneo vive a medias todo lo que puede ejercer. Vive inmerso en una sola cultura. Es tanta la información actual que asusta. Somos hombres acotados por lo que la sociedad exige y ya lo vemos incluso con la Facultad de Filosofía y Letras que tiene que cambiar sus carreras debido a las necesidades sociales. No sé qué pensaría Leonardo Da Vinci al ver a nuestras sociedades educativas temblar en un mundo globalizado. La educación se agrupó para cambiar la sociedad y no al revés. Filosofía y Letras, en lugar de estar fusionando sus carreras debería de ejercer sus carreras hacia el exterior y tratar de que sus alumnos tengan un espíritu más abierto a las demás disciplinas, un espíritu del que como egresado de la carrera de Letras a veces carezco.