Hablando de asesinos literarios habría que incluir a Octavio Paz, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. ¿Cuántos no han o hemos querido escribir como ellos y al final, no escribimos o escriben como nadie más? Y esa voz latente queda oculta por la imitación y la mimetización de ideas, de los fragmentos de esos autores, excelentes para la lectura, pero asesinos indirectos por naturaleza. También hay más asesinos: Quiroga y su decálogo del cuento, Proust y "En busca del tiempo perdido", incluso Mario Benedetti con su "No te salves" y con "Táctica y Estrategia".
Sí, los autores a veces, exhalan en sus palabras un tufo de carniceros que sólo quienes escriben pueden oler o sólo quienes escriben pueden ser atraídos.
Sangre, palabras.
Carne, estructura.
Piel, adjetivos.
Hay muchas clases de asesinos: quienes matan, sin darse cuenta, son los peores. Cuantos ahorita, quieren escribir un cuento como Borges, sorprender como Cortázar, escribir con la pureza del lenguaje de Octavio Paz. ¿Y cuántos maestros en talleres, cuantos escritores con gafete de talleristas los impulsan a la hoguera en la que ellos también perecieron? La voz es lo más difícil de crear. Hay muchos que la pierden en la primer lectura o en las relecturas.