martes, noviembre 15, 2005

La clica regiomontana

Los jóvenes escriben. Escribimos. En Monterrey hay personas que escriben. En este momento artículos, poemas, estructuras narrativas y más son pensadas. Existe aglutinamiento y diáspora en la gente que escribe. De Monterrey se van. A Monterrey llegan. Algo, un coto, un código compartido o no permea en las plumas regiomontanas. ¿Existe acaso un mapa literario regiomontano? ¿Existe también un gremio de escritores en Monterrey? ¿Quiénes lo conforman? Hay generaciones. Tatarabuelos como Alfonso Reyes, José Alvarado, Felipe Guerra Castro. Un gran padre universal como Fray Servando Teresa de Mier que antes de morir obligó a todo el aparato presidencial deVicente Guerrero, a asistir a una misa.
Abuelos, tatarabuelos, sin embargo son olvidados. Se acuerdan tan solo de sus viejos consejos sobre evitar ripios, cuidar una prosa pulcra, omitir rimas internas cuando hay mucho más. ¿Existe una república de las letras en el país? Sí. Ya Ricardo Chávez Castañeda y Celso Santajulia han hablado de ella hasta el cansancio en sus dos libros de "La generación de los enterradores". En su libro hablan de Jorge Volpi como el nuevo príncipe de la república y a Fuentes como el moribundo senescal que no llegó a ser rey porque antes, a la par de él, estuvo alguien como Octavio Paz.
A la república la hacen sus individuos, sus maras, sus clicas, las familias. La historia de la república se da no sólo por los libros sino también por sus confrontaciones. Cómo olvidar las ocurrencias de Monsivais, palabras en boca de Paz o tantas otras. Solo, recientemente, en Letras Libres asistimos a una pequeña escaramuza entre Rafael Lemus contra todo lo que huela a norte y su respectiva contestación de Eduardo Antonio Parra. Escaramuza más confrontación menos, es parte de la república.
Pero... ¿qué aporta Monterrey y el ente nuevoleonés a la república de las Letras? Como en los viejos reinos italianos del siglo XV, aporta una familia, un lugar de combate. Aporta pandilleros de la palabra, mesurados alquimistas de la palabra, imaginistas de primer orden como hay en toda familia. Ese tío sabio, ese tío ebrio, ese primo que es campeón de baloncesto en la escuela. Monterrey aporta una clica, una legión furiosa o no, pasiva a veces, avergonzada ante la clica coahuilense que tiene desde Torri a Herbert mucho qué dar.
Las clicas, bien se sabe, se forman por una familia consanguinea y no. Tiene sus reglas de aceptación, sus iniciados, sus códigos secretos. Antes que nada: odia al centro. Ve con recelo a todo lo que huela al d.f. pero sabes que tendrá que llegar un día algo del d.f. Una publicación, un premio. Habla del norte porque en el norte estamos o al menos pon a tus personajes aquí. Como en toda clica, con que se acepte la primer postura basta.
Y cada clica tiene sus líderes, sus grupos, sus generaciones. Desde Jorge Cantú de la Garza, uno de esos abuelos hasta Adelaida Caballero, la clica vive sus puntos de desbancamiento, sus luchas internas que no se ven hacia el exterior pero existen. A nadie le interesa la clica pero todos estàn al pendiente de qué ocurre en ella. Se tiene la obligación de enseñar a los más jóvenes. Los más jóvenes tienen la obligación de reverenciar a sus maestros. Patricia Laurent, Dulce María González, Hector Alvarado, Hugo Valdés, David Toscana, Joaquín Hurtado, Eduardo Parra, Felipe Montes, sólo por mencionar algunos, son los maestros. Los vatos más pesados de la clica. Los que ya llevan lona recorrida y se han dado sus madrazos contra otros.
Pero no olvidemos. Hay familia y tíos y tías que usan la palabra, sobrinos que no quieren llevar el apellido, un grupo que siempre anda armando pleito, otro que es pasivo, dementes y cuerdos. Tenemos primos mayores como Ofelia Pérez Sepúlveda, José Eugenio Sánchez y también carnales que vienen naciendo apenas y que están en talleres con maestros desconocidos o apenas empiezan a escribir. Es una unidad la clica regiomontana que escribe y escribe. Como en todos, hay algunos que siempre hacen un frente y van al frente y se dan con botellazos contra los otros y también, porqué no, hay riñas internas que se subsanan o miembros de la clica que un tiempo jalaron parejo pero ahora andan en sus rollos. Pero en el fondo hay una sensación de pertenencia, de que todos tiene el mismo tatuaje de la palabra en la piel.
Así avanzan. Así retroceden y así, a veces, simplemente no se mueven. Es la clica que a veces está en la abulia y a veces sale a recorrer otros terrenos y defender lo suyo sea forums de la cultura, encuentros de escritores o becas de fondos estatales. Una cosa es como peleen, como esgriman la palabra o tomen bloques de adjetivos para desmadrar otras prosas. La clica regiomontana se mueve a sus anchas. Todos son y no son miembros de ellas. Son adoptados aunque no lo quieran.
Y son tan solo una parte, una familia con sus abuelos, tíos y pandillas feroces que nutren a la república de las letras.
Y escriben. Bien, mal, medianamente, no importa, escriben. Y eso, siempre es bienvenido.