Vicente Alfonso es un joven narrador oriundo de Torreón. Periodista nato pero sobre todo eficaz, colabora desde hace tiempo en la revista Proceso y ha sido jefe de redacción en el periódico El Siglo de Torreón, en cuyas páginas ha escritos varios de los reportajes que le han valido dos veces el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila. Sin embargo, la escritura de Vicente Alfonso no se queda sólo en lo periodístico y abunda también, con las mismas buenas armas, en el terreno de la narrativa sea de corto o de largo aliento.
El que algunos autores prefieran sólo un tipo de narrativa ha sido tema de muchas discusiones. Dice Carlos Fuentes que escribir cuento es como bordear las orillas de la costa, morder los acantilados y las caletas, pero en cambio, escribir una novela es como meterse al mar en carabela decadente de renacentismo. ¿Qué impulsa a los autores a optar por ambas navegaciones? Poco importa. Lo que importa son los intentos, las navegaciones. Vicente Alfonso tiene al menos dos libros de cuentos y una novela. Naufragio en Tierra firme es el primero, pero del libro que está más que contento es de El Síndrome de Esquilo, editado recientemente por editorial Ficticia.
En El síndrome de Esquilo aparece un narrador solvente, maduro, un narrador con malicia que busca casi siempre el final de ambiente, ese final que te da el golpe y no te enteras de él sino hasta un rato después, cuando has terminado la lectura y entonces dices… ah… por eso fue que el tipo pedía café sin agua ni leche, ah.. por eso los payasos… ah, por eso las migajas en el plato de sopa. Pero también, Vicente Alfonso es un narrador contundente. Llama poderosamente la atención el cuento “Túpele Patán”, llama por la síntesis, por la forma como acomoda todos los elementos narrativos en tan pocas líneas y sobre todo por el juego, la sonoridad que se crea en el cuento con la utilización lúdica de “pes” y “tes” que a cada rato está golpeando, retumbando sonoramente en el oído al tiempo que tunde físicamente a los personajes.
Y si la navegación de litoral se le da, la navegación a mar adentro también. Partita para mujer muerta, novela de corte policiaco y musical, ópera prima de este narrador coahuilense, obtuvo hace unos meses el premio nacional de novela policiaca de IPAX.
La historia inicia con una llamada telefónica a media noche. La llamada es escueta: “te quiero en los constitución”. A partir de ahí asistimos a dos degradaciones: la del aprendiz de detective que descubrirá la muerte y la decadencia en el hombre y la degradación del músico por una mujer que toca el violonchello.
El que algunos autores prefieran sólo un tipo de narrativa ha sido tema de muchas discusiones. Dice Carlos Fuentes que escribir cuento es como bordear las orillas de la costa, morder los acantilados y las caletas, pero en cambio, escribir una novela es como meterse al mar en carabela decadente de renacentismo. ¿Qué impulsa a los autores a optar por ambas navegaciones? Poco importa. Lo que importa son los intentos, las navegaciones. Vicente Alfonso tiene al menos dos libros de cuentos y una novela. Naufragio en Tierra firme es el primero, pero del libro que está más que contento es de El Síndrome de Esquilo, editado recientemente por editorial Ficticia.
En El síndrome de Esquilo aparece un narrador solvente, maduro, un narrador con malicia que busca casi siempre el final de ambiente, ese final que te da el golpe y no te enteras de él sino hasta un rato después, cuando has terminado la lectura y entonces dices… ah… por eso fue que el tipo pedía café sin agua ni leche, ah.. por eso los payasos… ah, por eso las migajas en el plato de sopa. Pero también, Vicente Alfonso es un narrador contundente. Llama poderosamente la atención el cuento “Túpele Patán”, llama por la síntesis, por la forma como acomoda todos los elementos narrativos en tan pocas líneas y sobre todo por el juego, la sonoridad que se crea en el cuento con la utilización lúdica de “pes” y “tes” que a cada rato está golpeando, retumbando sonoramente en el oído al tiempo que tunde físicamente a los personajes.
Y si la navegación de litoral se le da, la navegación a mar adentro también. Partita para mujer muerta, novela de corte policiaco y musical, ópera prima de este narrador coahuilense, obtuvo hace unos meses el premio nacional de novela policiaca de IPAX.
La historia inicia con una llamada telefónica a media noche. La llamada es escueta: “te quiero en los constitución”. A partir de ahí asistimos a dos degradaciones: la del aprendiz de detective que descubrirá la muerte y la decadencia en el hombre y la degradación del músico por una mujer que toca el violonchello.
Me da gusto saber que estuve esa tarde que Vicente Alfonso decidió titular su novela. Era una tarde como cualquiera en el Distrito Federal. El clima era fresco, el sol calentaba con suavidad. En la zona rosa pasaban chicas y estudiantes, vendedores de tarjetas de crédito y oficinistas. Y el nombre salió mientras comíamos en el Popeyes esas grasientas pero dulces piezas de pollo. Vicente dijo varios nombres al aire, al mar, digamos y luego salió el título. Y, como en cuento de El síndrome de Esquilo, la discusión terminó como en otra parte, pero directamente relacionada. Terminamos hablando de Popeye. ¿De dónde viene el nombre de Popeye?, preguntó alguien cuando el cuento ya se había resuelto (llamarle Partita para mujer muerta a la novela) Pop, eyes, dijo Alfredo Hinojosa para terminar e hizo como si se metiera el dedo en la cuenca del ojo y luego se la vaciara con un movimiento rápido y preciso: pop, Pop, eyes.
Si Partita para una mujer muerta demuestra una solvencia y una terquedad por contar una historia siguiendo pautas precisas, en El síndrome de Esquilo Vicente Alfonso demuestra que la navegación de corto alcance, el veleo a ras de playa también se le da con libertad. Sus cuentos son precisos, juegan con el lector, manejan diversos temas, el amor filial, la soledad, la impostura, dejan espacios para que éste los llene como ese rastro silencioso que queda en la playa, el margen de humedad que el agua deja efímeramente sobre la playa.
¿Qué será de Vicente Alfonso? Al salir de la fundación me preguntaba eso, ¿qué será de cada uno de mis compañeros? Lo que importa son los libros, me digo. El síndrome de Esquilo es una muestra de que sí, lo que importan son los libros, esas ardillas acuciosas, siempre con algo entre las manos, ya sean historias o nueces.
Si Partita para una mujer muerta demuestra una solvencia y una terquedad por contar una historia siguiendo pautas precisas, en El síndrome de Esquilo Vicente Alfonso demuestra que la navegación de corto alcance, el veleo a ras de playa también se le da con libertad. Sus cuentos son precisos, juegan con el lector, manejan diversos temas, el amor filial, la soledad, la impostura, dejan espacios para que éste los llene como ese rastro silencioso que queda en la playa, el margen de humedad que el agua deja efímeramente sobre la playa.
¿Qué será de Vicente Alfonso? Al salir de la fundación me preguntaba eso, ¿qué será de cada uno de mis compañeros? Lo que importa son los libros, me digo. El síndrome de Esquilo es una muestra de que sí, lo que importan son los libros, esas ardillas acuciosas, siempre con algo entre las manos, ya sean historias o nueces.
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