Me gusta el te de chia porque me recuerdo el olor de la cocina invernal en casa. Con poco dinero, la canela era lo único posible para pasar los inviernos regiomontanos. El olor de la canela se instalaba en la casa, desde la cocina era un abrazo. Mamá hacía tortillas de harina que en suma, eran un lujo para esas fechas y ponía a cocer frijoles y los rociaba con una salsa echa a base de chorizo, cebolla, chiles serranos y tomate. Aquella salsa humeaba al derramarse sobre los frijoles y el olor era fragante junto al aroma de la canela caliente, blanqueada apenas con un chorrito de leche. He comido muy bien desde entonces. He procurado darle a mi paladar sabores nuevos, exóticos. No sé dónde leí aquello de que ya tengo edad para dialogar con mi lengua. Sin embargo, creo que ya es hora de recuperar aquel sabor tan especial. Hoy mi lengua anda nostálgica, no soy yo.
2 comentarios:
Son aromas y sabores que no abandonan jamás la memoria. Son más poderosos que una carta, una fotografía, quizás más que un sonido. Hoy hace un frío espantoso en Monterrey, y también recuerdo las tortillas de harina de mi madre.
Me dio hambre!!!!
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