jueves, enero 10, 2008

Aún sueño y maldigo en Zapoteco

Este blog sí se pone de negro por la muerte de Andrés Henestrosa a los 101 años de edad, un narrador natural, honesto, creo desde mi poca y reducida idea de lo que debe de ser la escritura.


(Había escrito esto sobre él hace apenas un mar de semanas)


Al momento que escribo estas líneas, el maestro Henestrosa está enfermo. Ya tiene más de cien años el maestro Henestrosa. Creo que es el único al que le falta destronar el otro maestro que es Alí Chumacero. Cuenta el poeta nayarita que sólo ve cómo se mueren todos los de su generación y él se mantiene, estólido, frente al ataúd del amigo fallecido llámese Sabines, Monterroso, Pita Amor, etcétera. La gente le da los pésames, no sé si de alguna manera adelantada. Cada que le dicen: “lo siento maestro”, es como si le dijeran: “aprovechando el viaje, maestro”.
A mí, Henestrosa me cae muy bien. No sé de las riñas que pudo haber tenido, como en cierta ocasión que alguien habló pestes de Eraclio Zepeda y me pregunté: qué necesidad tiene uno de venir a saber los enojos que cada quien tiene con su escritor personal y en turno. Porque es casi ley que cada cierta temporada, uno toma su escritor contemporáneo para tupirle. Es una cuestión saludable esto.
Hace un par de años, un joven crítico de la literatura, famoso por ser francotirador y por vapulear a Fuentes cada que éste saca una novela, escribió pestes sobre la literatura del norte. ¿A quién no le puede gustar, por favor, la literatura del norte? Ponía a los autores, vaya, no los ponía, ni los dejaba salir de la semilla. Enojado, un autor norteño le respondió en la misma tribuna y con la misma dureza de cerviz. Al siguiente número, el joven crítico volvió con su diatriba y aquello era de nunca acabar. Los norteños no cabían ni en su ardor. ¿Cómo se atrevía un pasguato atacar así a la tradición norteña? ¿Qué conocía él de los pioneros norteños, de las obras, los autores, las ciudades arrebatadas al desierto?
Nada. Puro esgrima verbal.
El joven crítico ganó su fama, lo conocieron en ciudades donde nadie había oído hablar de él y con seguridad, en algún otro momento, cuando se preste, volverá a atacar a los autores norteños. Y los escritores norteños volverán a ofenderse algunos, a quienes les gusta la polaca y sentirse únicos, pero el resto acaso dejará de tomar un poco de su café para volver a leer la sección deportiva del diario o seguir con lecturas más provechosas.
Todo lo anterior es porque imagino que el maestro Henestrosa, en todos estos años, tuvo, con seguridad, sus buenas peleas, ya como poeta, ya como diputado o senador de su estado. Henestrosa es tan inmortal que sus ojos y sus manos apoyaron la causa vasconcelista allá por el 29, cuando el nuevo PNR le arrebató a Vasconcelos no sólo el triunfo en la lucha por la presidencia, sino que también nos arrebató al Vasconcelos humanista, para dejarnos al oscuro Vasconcelos, el que creía en la teoría de la gran limpieza étnica.
En 100 años uno puede abrazar diversas banderas. Henestrosa seguro tiene sus enemigos entre la gente. Como dijo alguna vez Rubén Bonifaz Nuño: “que mis enemigos tengan cuidado, que estoy listo para pelear.” Seguro Henestrosa, aunque esté enfermo, tiene todavía sus armas dispuestas junto a la cama.

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