lunes, enero 15, 2007

La velocidad en la escritura

Óscar de la Borbolla viene a la Fundación a dar un curso. Nos habla en una primera hora sobre el oficio del escritor y sobre cómo escribir para estos nuevos tiempos. Hay un poco de malestar en el grupo ante sus opiniones donde casi no pide que escribamos para lectores tipo MTV. Nos da un ejemplo de velocidad en televisión al decirnos que los encuadres en cualquier programa de TV no pasan de los tres segundos. ¡Tres segundos!, nos dice asombrado. ¿Pero, cómo se puede escribir con un encuadre de tres segundos!. No lo sé.
A la hora de la sección de preguntas y respuestas son varios los que deciden afrontar sus ideas. ¿Escribir con una receta es literatura? ¿Escribir de forma que a los demás les guste, es literatura? Geney dice que en realidad, escribir siempre ha sido un arte de resistecia, resistir ante la generalizada indiferencia de la gente hacia el libro, hacia la lectura. Y Óscar de la Borbolla asiente a todas las críticas. Julian dice que deberíamos de hacerle como los músicos que han logrado partir hacia la conquista de las masas gracias a la televisión.
Pero, me cae bien De la Borbolla. Su preocupación por sacar los libros de las catacumbas se le ve honesta. Catacumbas: todas las editoriales independientes, a todos los autores no conocidos que publican sin reconocimiento y sin lectores. De lo que difiero con De la Borbolla es que él busca plazos, busca una acelaración en el ritmo de los lectores y de la entronización literaria. La literatura, para el creador, carece de cualquier tipo de plazo. La literatura para el creador es en realidad esa casa que se tarda en pagar más de 20 años y cuando la terminas de pagar le ves todas sus costuras, las tejas caídas, los drenajes tapados.
Pero claro, De la Borbolla tiene razón en una cosa: la velocidad en la escritura ha cambiado en su concepción. Antes los autores lo sabían: es un proceso lento para escribir y para tener reconocimiento -sólo Donoso tardó más de 20 años en terminar El obsceno pájaro de la noche. Ahora, nosotros lo olvidamos: queremos todo rápido: amigos escritores, contactos, publicaciones, cuentos que salen en un día, reseñas, traducciones, mafias, hasta enemigos se buscan gratis y rápido. Ojalá pudiéramos volver a ser tortugas y no conejos. No Santiagos Roncagioglos, ni Mendozas, ni Neumans que consiguen todo con una velocidad pasmosa. Tortugas. Ahí está el verdadero paso de los escritores.