Hay una foto que ha dado la vuelta al mundo. Es una foto de Daniel Aguilar, tomada para la agencia noticiosa Reuters. En ella, a un hombre en el asiento trasero de un jeep le oprime la cabeza otro hombre con su bota. El hombre de la bota come un plátano y hay en su mirada todo el descaro del poder, de quien sabe que domina a otro. La mirada del que tiene la bota sobre su cabeza nos habla de la opresión que el hombre ejerce sobre su semejante. Es una mirada dolida, entrecortada, es una mirada que nos dice simplemente: Estoy muerto, puedes hacer conmigo lo que quieras. Detrás del jeep se puede ver a gente en una revuelta. Las negras manos se aferran al vidrio del coche.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Ruta de paso para las embarcaciones de la África marítima y esclava que llegaba a América, Haití, colonia francesa fue pronto conocida como una nación negra, donde los blancos eran quienes ejercían el poder. Pero una vez que los golpes de la independencia llegaron, esa nación negra fue la primera en América es quitarse el yugo colonial europeo. Pero su libertad no fue del todo clara, a cambio de la independencia, Francia los obligó a pagar una honerosa deuda de restitución que los haitianos no pagaron sino hasta la década de los treinta del siglo XX.
Haití estaba condenada, entonces, Haití estaba sola y fácil al engullo de la nación depredadora del norte. Así, el 1915, un año después del desembarco de las tropas norteamericanas en nuestro Veracruz caribeño los marines norteamericanos desembarcaron en la isla negra para ejercer su dominio. Confiscaron todo lo confiscado, retuvieron todo lo bueno por retener y cuando se fueron dejaron un gobierno títere en las manos de Duvalier o papá Doc como también es conocido,. gobierno que fue heredado a Jaen Claude Duvalier a los 19 años, el baby Doc.
Es de estos años cuando nace o llega, no lo recuerdo bien, V.S. Naipul a la isla donde también habita una buena porción de Hindis. En "El sanador mágico" Naipul hace una disección muy clara de ese Haití pobre y de casas miserables, de taxis chatarras y más. Sus negros son los más pobres de la tierra y la tierra misma parece que le ha dado la espalda al paraíso.
Múltiples dictadores después, rebeliones guiadas por Roul Cedrás contra Aristíde, el cura presidente en 1991 y exiliado en Francia (esa Francia que estuvo cobrando daños a la isla por más de 134 años) después de un golpe de estado; la isla de Aytí, Haití, esa donde Cristobal Colón atracó en su primer viaje de descubrimiento no ha encontrado la paz. Haití ha tenido 42 presidentes en su vida como nación independiente. 29 de ellos han sido asesinados en el poder y solo 2 han sido elegidos democráticamente.
Así, rebelión tras rebelión, finalmente el pasado 2004 un grupo de rebeldes cruzó la frontera de Haití con República Dominicana y la revuelta empezó. Había que tumbar de nuevo a Aristide, elegido democráticamente por segunda ocasión en el 2000: es curioso como el único presidente electo en 200 años ha sido el mismo hombre. La guerra como siempre, invadió los lugares íntimos de las calles, se peleó frente a las casas, las balas silbaron más que venenosas en el aire antillano. Y Aristide cayó. Y Aristide cayó otra vez como una democracia condenada a no ser nunca.
Hay en el frontera entre Haití y República Dominicana un cartel que dice: "El Mal paso". Dejad toda esperanza los que entreis aquí, dice Dante que se lee en la entrada de la ciudad infernal de Dite. Dejad toda esperanza los que entreis a Haití, parece decir el cartel. Y cuando uno entra así es. Es por ello que la fotografía de Daniel Aguilar espanta. Es por ello que esta fotografía con la mirada soberbia de un hombre que come un plátano y oprime con su bota a otro es aterradora. No hay esperanza mientras siempre, el hombre esté condenado a ser el mejor cazador de otro hombre. Mientras las guerras intestinas suceden una y otra vez aún en las familias. No hay nada peor que un hombre se levante contra su hermano. Así inició la guerra desde los tiempos del génesis. Caín se levantó contra Abel. Ahora un haitiano se ha levantado contra otro haitiano. ¿Qué habrá sido de ese hombre con el rostro oprimido por la bota del otro? No lo sé. Pero en cualquier caso en Haití, como en cualquier otro lugar del mundo otra vez ha ganado la sangre. Y que la sangre juzgue.