A veces veo a los viejos. Veo ss canas, su aire de senil cansancio que los mantiene. Sus ojos atisban con morosidad la calle y es como si fueran asediados por una multitud de recuerdos a cada paso. Andan con sus bastones y sus boinas, con sus arrugas cansadas y cuando pasan delante de mi sólo me heredan su silencio.
Y pienso entonces en mi vejez, imagino mis canas aún escondidas en la mata de los cabellos, imagino los dolores que vendrán a sitiar mis huesos y el lúmbago. Me pregunto entonces si mantendré con gallardía esta vejez que pronto estará aquí reuniendome un concierto de recuerdos y dolores.
Y me digo que no importa, pues aún de viejo se mantendrá intacta en mi piel, escondidas en mis arrugas, esa victoria indeleble que me dejó tus besos y tus besos entonces serán como un siempre acontecer de una juventud perfecta.