El otro día mientras hacía una serie en el gimnasio puse atención en las venas de mis brazos. Y pensé las veces que, de niño, me inyectaron y las buscaron para canalizarme sueros y otras medicinas. Una ocasión, en particular, me picaron en la mano con tan mal tino que la enfermera la rompió. No tardó la sangre en hacer una bolita bajo la piel. Después me inyectaron en la otra mano y pasó lo mismo. Luego en la vena por encima del codo. Lo mismo. Del otro lado. Igual. Al final me pasaron el suero por las venas de los pies. Estuve con los pies en alto para que pudiera fluir la medicina y el suero. Pero cuántas veces no me han inyectado. Una temporada fui altamente enfermizo y casi cada semana me ponían suero. La última vez fue el año pasado, cuando mi cuerpo dijo basta a una temporada de estrés, viajes y cortisol alto. La enfermera me puso el contenido completo de una jeringa de omeprazol. Yo, que pensaba que solo iba por un pequeño cansancio. A veces nos excedemos. Yo vivo en el exceso. Diviértete, me dicen. Vive la vida. Pues bueno, creo que cada quien la vive como puede. En fin, me estoy yendo. Las venas. Quien sabe cuántas picaduras más les faltan.
Me sobrevivo en vela, mereciendo que al corazón me apunten al matarme. Bonifaz Nuño También escribo para recordar.
miércoles, agosto 13, 2025
domingo, julio 13, 2025
lunes, junio 09, 2025
Y algo así pasó estos días. En la calle donde viven mis papás y ahora yo también, suele ponerse un mercado los viernes por la noche. Una de las vecinas se dedica a vender fayuca y artículos de segunda mano y se pone frente a su casa y usa la banqueta de la casa de mis padres para poner tendederos y mesas y tener más metros de venta. A cambio, mi mamá puede tender la ropa en el techo de la vecina, porque ella no tiene manera, la casa cuenta con un cubo de luz nada más, y también tiene derecho a una ventana que da al mismo techo y por ahí se cuela el aire que en temporadas de calor es una bendición.
Pero no sólo eso: entre ambas ha habido una complicidad de años, vecinas al fin y al cabo de toda la vida, pero también ha habido un encaje: la vecina casi casi utilizaba a mamá para todo: que le pedía que recibiera paquetes, que le diera algo de comida, que le pasara la luz cuando se la cortaban, que llamara por teléfono, etcétera, todo a cambio de tender la ropa y también, de la ventana.
viernes, mayo 02, 2025
jueves, abril 24, 2025
miércoles, abril 23, 2025
No voy a desaprender nada de lo que aprendí contigo. Y es mejor ya hacerme a la idea de que nuestro tiempo terminó. Que ni tú ni yo aprendimos lo suficiente de nosotros y del otro para estar juntos, pero que en el tiempo que nos correspondió estarnos sí nos compartimos cosas que serán parte de nuestra historia. Seguiré dándole a mis perritos aceite de lavanda para tranquilizarlos y seré más cuidadoso con lo que comparta de mí en otras redes, haré el aceite de romero para el cabello e intentaré ser ese tipo bueno que creías ver en mí. Leeré poesía con más cuidado, así, haciendo la prueba del poema. Y otras cosas que no compartiré aquí. Que tú estuvieras fue un regalo en una vida que hacía tiempo estaba dormida, no por carencia de talentos sino por abandono. Aunque no estoy en paz con mis decisiones, voy a ver a dónde me conducen. Y seguro aparecerás por aquí cada cierto tiempo, y está bien. Yo no creo en el contacto cero porque en determinados casos solo mutila lo que puede seguir floreciendo. Y lo que aprendí contigo merece florecer. Convertirse en un gran árbol que le dé sombra, frescura y belleza a mi vida.
jueves, abril 17, 2025
Hoy me pusieron el tallador de granito, el típico de las casas mexicanas. Pero más allá de eso. El que estuvo tirado en el patio de la casa de mi abuela quien sabe por cuántos años. Décadas. Aunque no lo recuerdo en mi infancia, pero ahí estuvo. Y cuando supe que viviría aquí una temporada, me dije: debo estar mejor cuando se ponga. Y sí, hoy se ha puesto. No estoy mejor, dicho sea de paso, pero las cosas han evolucionado, y eso sólo es una buena noticia. Han cambiado. Aunque ahora recuerdo lo triste que estuve ese sábado en Madrid, que me obligué a caminar para no pensar en mi situación de ese momento. Caminé y caminé y caminé. Solo. Entre el bullicio, por el templo de De Bod hasta salir a la Almudena, luego por la calle de los coreanos hasta salir a un costado de El Callao. Mañana deberé estar mejor, pensaba, solo tengo que pasar esta noche. Y aunque al día siguiente fue peor, en fin. Ha pasado el tiempo. El tallador está instalado.
lunes, abril 14, 2025
A mí, lo que me dieron los libros de Mario Vargas Llosa fue una disciplina lectora. No recuerdo en qué momento tomé aquel ejemplar de La ciudad y los perros, pero sin duda fue animado por la lectura de P, quien alababa, cada que podía, el inicio de la novela -Cuatro -dijo el jaguar. Con eso me bastó para adentrarme en esas tramas caudalosas de MMV. Las distintas perspectivas de los personajes, los narradores en distintos sitios, la trama entreverada, la confusión de quien hablaba y sobre todo la brutalidad en los actos de la novela me produjeron una sensación de estar en casa, es decir, de leer a alguien que iba a ser para mí. Años después, el maestro C, me lo dijo: -Tienes que buscar a tus maestros propios. Y, aunque no he escrito nada, ni por asomo a lo que MMV ha hecho, de alguna manera está en mi ideal de escritura escribir una novela que sea así, aunque no lo haya hecho ni lo haya intentado. De ese calibre aunque no se parezca a nada de eso. Por esas fechas, inicio del siglo XXI, me iba los sábados a leer a un restaurante por la zona de La Fe. Llegaba a las diez de la mañana y leía de tirón hasta la 1:30, 2:00, cuando por lo general entraba al cine en la misma plaza. Y leer a MMV fue parte de mi rutina. Sólo lo leía los sábados. Y así, tras terminar La ciudad y los perros, decidí tener mi temporada MMV. Leí, en ese año y medio, antes de irme a la cdmx, La casa verde, Conversación en la catedral, La tía Julia y el Escribidor, Historia de Mayta, Los jefes, los cachorros, Pantaleón y las visitadoras, hasta que llegué a La guerra del fin del mundo y entonces todo terminó. ¿Cómo ser el mismo después de leer esa novela ancha, amplia, profunda, esa red de narradores, esa voluntad mayúscula de escritura? Dice Capote que existe una diferencia entre escribir mal y escribir bien, pero es posible caminar ese trayecto, pero la diferencia entre escribir bien y hacer arte, es insondable. Me quedó claro, entonces, y no es una victimización de parte mía, que yo iba a intentar hacer arte, pero lo más probable es que me quedaré entre escribir bien e intentar hacer arte, que también sé que no todos lo desean, menos en estos tiempos de productos editoriales en pos de venta. Y eso me ayudó a amar más la novela. La tengo como una aspiración en mi oficio. Luego, más tarde, me leí La fiesta del Chivo y ahí terminé mi ciclo de lecturas de MMV. No he vuelto a leerlo desde entonces. Ni sus novelas nuevas. Me quiero quedar con el MMV de entonces y mi yo de entonces: un tipo solitario, callado, lector, con ciertas aspiraciones que hoy se han cumplido. Hoy lamento su fallecimiento. Poco me importaron, con el paso de los años, sus chismes literarios, su vida como persona, yo a la única que le había prestado atención era a su vida como autor. A sus novelas. Y, con sus novelas, me acompañó por años, me dio la disciplina para leer, que agradezco. Que vaya en paz, le digo. Nosotros, los lectores, también estamos en paz no con uno ni dos, sino con varias de sus obras. Es lo mejor que, como lectores, podemos desearle a quienes han escrito y, cómo lo han escrito, las historias que nos dan escena y camino en el mundo.
lunes, abril 07, 2025
domingo, abril 06, 2025
Todo este camino ha estado sembrado de dudas. Y creo que uno no merece ser castigado, coaccionado o apurado por eso. La duda es una fragilidad. La duda es como una enfermedad de la que sólo se sale con el tiempo y con reflexión. Y sin embargo, mientras ocurre, todos los futuros son pasos en falso. Todos los futuros están alimentandos por la ansiedad de que no sean posibles. ¿Y si debo hacer esto y no lo otro? ¿Y si rompo el silencio? Dudas. El año pasado me leyeron el tarot. Yo, que nunca había ido a eso, fui dos veces. La primera ocasión con un hombre en una casa abierta al mercado de los domingos en el barrio. Lo que más recuerdo de esa lectura era que no estaba obligado a tomar ninguna decisión. Eso me tranquilizó, pero no me ayudó cuando unos días después me encontré ante mi momento más triste del año. Luego, el diciembre, me volvieron a leer el tarot y lo que más recuerdo de esa lectura fue mi pregunta de: ¿Y si no tomo las decisiones correctas, aunque me tarde, pero encontraré la luz? Si pospongo cortar un lazo, si regreso a donde dije que me iría. Si abrazo con fuerza la oportunidad nueva que se me ofrece. U ofrecía. No contaba con que un par de semanas después de esa lectura, aquella oportunidad que veía perdida volvería con fuerza. Antier, D, me dijo con su habitual asertividad: "no funcionó porque los jugadores siguen en el mismo sitio". Pero, al mismo tiempo, estaba cansado de forzarlo todo. Necesitaba paz, necesitaba hacer un alto. Y lo he hecho. Por quinta vez, creo, me he ido. He optado por alejarme y por tener paz. Pero a veces, me digo, ¿dónde está el coraje? Mi coraje, por supuesto, para arrebatar mi futuro. ¿Dónde está ese futuro? Me da miedo no resolverlo, pero voy a mi ritmo, ¿qué más? Hacerlo al ritmo de los otros solo me produce ansiedad. Aunque ahora son las dudas. Nada cambia. Espero que pronto lo haga. Hoy encontré también una pequeña almohada que me dieron y que, como fetiche, mantuve cerca hace meses. Me recordaba días lindos. Fuertes. Entrañables, donde ese futuro al que quería ir estaba claro, luminoso, asequible, hasta que descubrí que debía, antes, aprender ciertas cosas, valerme por mi mismo, es decir, recuperar ciertas cosas. En terapia lo dije: "le dije que necesitaba estar solo para aprender y no repetir viejos patrones". Es honesto, me dijo. Pero tal vez, solo tal vez, apurar el tiempo ha contaminado todo. De nuevo, las dudas.
jueves, abril 03, 2025
martes, abril 01, 2025
lunes, marzo 31, 2025
Tres lecciones de 500 pesos
lunes, marzo 10, 2025
jueves, marzo 06, 2025
miércoles, febrero 26, 2025
Hacíamos colecciones. Si alguien decía un poema sobre la luz, entonces les pedía a alguien que buscara otro poema sobre la luz, a alguien más que trajera un espejo para reflejarla, otro debía contar una historia donde la luz fuera su recuerdo más bonito, otra persona debía hacer un dibujo donde la luz fuera lo más importante. Después, reunidos, compartíamos nuestros hallazgos, la luz vuelta poesía, color, sonido, memoria. A veces, sin embargo, lo que nos motivaba era algo triste, como una tarde que leímos Las muertas de María Ribera. Entonces, buscamos poemas, pero también historias de desaparecidas. Les pedí que hiciéramos un mapa, y en el mapa, en cada estado, nombres de hombres y mujeres desaparecidas. Y poemas que los recordaran, versos, porque cada desaparecido tiene también el derecho de sonar como un poema de amor. Eso hacíamos en Salas de lectura, cuando era docente, cuando de cierta manera era feliz con los libros.
sábado, febrero 08, 2025
martes, enero 21, 2025
700 post
Inicié este blog hace tantos años que leerlo es como entrar a un espacio de la ficción; sí, de la ficción de nuestras propias vidas. En esa época los blogs surgían como un espacio real de intercambio y como buenos exploradores toda una generación nos fuimos a colonizarlo. No nos conocíamos entre nosotros, pero conocíamos nuestros blogs. Nos acompañaba nuestra escritura como un daemon que nos reflejaba mejor que cualquier libro que pudiéramos leer. Había, y eso no existe en las redes sociales que surgieron después, una honestidad rabiosa. Era fácil al hablar de ti, salirse de la máscara. Es decir: éramos como éramos. Mostrábamos lo que éramos. No había medias tintas. No existía la cultura del filtro como lo existe ahora. Escribíamos para ser, no para mostrarnos como otros. La escritura, aunque mentira, está compuesta de la verdad. Se asoma lo que somos aunque no lo queramos. Los videos no, acaso los podcast sean lo más cercano a esto. Escribo esto porque este post es el número 700. De aquí surgieron amigos y complicidades, incluso un libro del que ahora reniego. Era otra época. No sé si más clara o más ingenua. El primer post de este blog fue un cuento de una pareja que está por separarse. El atardecer se despliega ante ellos con su sonora belleza, pero donde él ve esperanza mientras lo contempla, ella mira inacción y poca decisión en él. Al final cada quien se va por su lado. Supongo que incluso ahora, esa diferencia de miras ha regido mi vida. Donde yo he visto algo, mi ex pareja miró otra cosa. Y así.
En enero del 2005 mi vida era otra. Vivía entonces en un cuarto en el depa de una dentista de la que no sé nada al día de hoy. Trabajaba en el ILCE. Todas las mañanas salía del edificio y caminaba un kilómetro y medio para tomar el micro que me dejaba en las torres Zafiro, frente a TV Azteca. Compraba una torta de jamón o un sándwich y un atole con una señora que ponía su puesto al salir del elevador y me sentaba ocho horas a trabajar en la edición de libros digitales de la SEP. Cerca estaban todos los del proyecto de ENCICLOMEDIA del gobierno de Fox y de algunos me hice buen amigo aunque más de mis compañeros del ILCE. Fuimos a beber varias veces, a Six flags, organizamos fiestas espectaculares. Total, todos teníamos 26, 27 años. Yo aún no me enamoraba de con quien estuve brevemente a mediados de ese año. Y vivía en una soledad inquieta. Veía chicas y me emocionaba, pero nunca lograba dar el primer paso. Me concentraba en escribir. Creo que estaban por darme una beca, de las más significativas que he tenido y gozaba de otra en ese momento, de hecho escribia el que a la postre fue mi segundo libro, pero en ese 11 de enero aun no. Así que nadaba en el dulce trabajo de escribir, de leer, de trabajar.
A las tres de la tarde hacía el camino a casa. Abordaba un micro -a veces comía unas quesadillas en un mercadillo cercano, o carnitas en un puesto antes de cruzar el puente de Periférico-. A veces llegaba a Perisur, al cine, o para comer en la zona de restaurantes, o leía en el Sanborns. Luego llegaba a casa, subía los cuatro pisos, me encerraba en el cuarto, leía, miraba televisión, escribía por las tardes. En ocasiones iba con la dentista a casa de sus padres, porque su familia me había adoptado, o salía con ella y su novio, un tipo del que no era tan fan. Quién sabe qué se habrán hecho, en dónde estarán de su camino en este momento. A lo mejor se acordarán de mi en ocasiones.
Ese año la casa en la que estábamos tenía una cocina con repisa y puertas y ventanillas de madera. A veces, cuando salía, al volver cenaba tacos de pastor en un puesto junto al centro cívico o miraba televisión antes de dormir. O tal vez ya me había enamorado. Sí, creo que fue justo el año anterior que tuve una relación con una mujer mayor, que no tan sutilmente decidió terminar la relación cuando era ella quien la había iniciado. pero claro, era un mocoso de ¿27, 28 años? Iba al taller de escritura los miércoles. Contaba con algunos amigos defeños. Y escribía mi segundo libro. Y pensaba que era un tipo genial, tímido, sí, pero genial.
Y me dije, voy a escribir cuentos cortos en este blog. Y lo hice. Escribía en la oficina, en los cafés internets de su tiempo, tan bulliciosos, tan comunitarios, tan emblemáticos. Eran como la otra versión de los Arcade Club. Decenas de personas ante su computadora, en los chats room, en los blogs, en sus mails, con el messanger en su época dorada. Me dije, escribiré. Tendré un blog sobre escritura y cuentos y me aficioné tanto que terminé haciendo tres, el segundo con escritos más personales. Uno tercero, con reseñas de libros.
Y ahora, 20 años después, llego al post 700. Me pasé por 11 días de celebrarlo bien, en su vigésimo aniversario. Larga vida a mí, claro, para poder seguir escribiendo en este blog que ahora no pretende volveremos escritor, sino solo darme tinta electrónica para recordarme, porque ahora solo escribo para recordar.
miércoles, enero 15, 2025
Si una casa no tiene el concepto "estar" no es una casa. Una casa es la cama, pero también el sitio donde te acomodas a comer frente a ti mismo, haya televisión o no frente a eso, una mesilla para colocar un libro que se lee a mordiditas, mientras se lleva la cuchara a la boca con algo caliente. Pienso que eso es lo que le falta a mi casa, el concepto "estar en casa". No sé si es la falta de puertas, que evitarían el vendaval jaurío en mi recámara y en el sanitario, o la falta de agua caliente. Alguna vez me mudé y, sin agua, sentía que le faltaba sangre a la casa. Ahí estaban los ductos, las mangueras, pero secas. Esta casa tiene agua, luz, pero le falta el sitio en donde me pueda acomodar. Dormitar. Oír música. Eso. De mi vida personal, ya mejor ni comento.
jueves, enero 02, 2025
un día voy a "destruir" mi cuerpo.
miércoles, enero 01, 2025
He pasado estos días con el taladro, el desarmador, el martillo, tornillos y taquetes a mi alrededor. Limpio la casa. Paso el trapo sobre el polvo que se acumula rápido sobre los muebles. Compré uno que requerirá mucha ayuda para armarlo, el resto los he solucionado de manera propia. Pasé el año nuevo, la víspera, solo en la casa, con los perros en el sillón dormidos, aunque pensaba que estarían alterados por los cohetes que los vecinos truenan estos días. Casi a las 12 salí y me senté en la piedra cuadrada que ha estado afuera de esta casa por más de 80 años, cuando mi abuelo la mandó traer de quién sabe dónde, y miré la noche. La carnicería estaba ya con las cortinas metálicas abajo, después de despachar a cientos de personas que hicieron fila durante el día para sus cenas de año nuevo. El señor que vende fierro viejo oía música tropical y alrededor de su montón de fierros, muebles desastrados y ropa acumulada, irradiaba su luz un foco industrial que iluminaba su esquina. Entonces, ahí, en silencio, oré por mí, por quien estuvo conmigo unos meses y decidió irse, por quien estuvo conmigo por años y debí irme, por los cambios, por mis padres, por mis hermanos. Después fui a casa y abracé a mis papás quienes estaban solos, porque este año nuevo no vinieron ninguno de mis hermanos, y volví a casa a seguir trabajando en la limpieza. Hoy, todo el día he hecho lo mismo, mientras veo las tres películas de El Hobbit. Yo también quisiera hacer un recuento de todo lo que viví en el año pero me parece tan insulso. No quiero ni ponerle adjetivos. Ahora sé que, ese optimismo de las semanas pasadas de que todo estaba bien y que podía salir adelante eran como un golpe de adrenalina necesario para llegar a estas fechas y pasar de ellas, pero una vez pasadas mi reserva de adrenalina se ha vaciado y tengo que encarar el vacío y de nuevo los futuros que no serán. Y paso saliva. Un vecino acaba de tronar otro cohete de esos grandes, los perros se alteran, yo no sé qué falta de neuronas tienen en la cabeza para que crean que tronar cohetes es algo que todos disfrutamos. En fin. Feliz año nuevo.